Caliente con el Cambio Climático
Ener Chávez Justiniano, Fundación PRONORTE
La naturaleza es implacable. Los días pasados Europa se vistió de luto después de soportar torrenciales lluvias. Alemania cuenta centenares de fallecidos y una cantidad de personas desaparecidas; Bélgica, reporta la existencia de 50 mil hogares damnificados; Los Países Bajos evacúan a familias; Italia sufre deslizamientos de tierra; en China, la posible ruptura de una presa amenaza la ciudad de Luoyang y sus cerca de 7 millones habitantes temen por sus vidas.
Cada vez con mayor frecuencia los medios de comunicación, alrededor del mundo, difunden noticias acompañadas de imágenes que ilustran lamentables episodios sobre desastres naturales ocurridos. Así, mientras las tormentas azotan a una parte del planeta, en otras latitudes se registran incrementos de temperaturas que superan todas las marcas históricas. En Canadá, el “domo de calor” que sacudió este país y el noroeste de Estados Unidos dejó cientos de muertos cuando la temperatura llegó a los 50°C.
Los glaciares se derriten en India y los Alpes suizos. En un solo día, tres países latinoamericanos temblaron, en la Amazonia peruana el movimiento telúrico alcanzó una magnitud de 5,2 grados en la escala de Richter; en Centroamérica, en Panamá y Costa Rica los sismos producidos registraron una intensidad de 6,1 grados en la escala de Richter.
Si nos acercamos y observamos lo que está sucediendo en nuestros países vecinos, el panorama es similar. La apertura comercial de la Amazonia promovida por Jair Bolsonaro, ha provocado un incremento de la desforestación del orden de 41% entre mayo de este año y mismo período del año anterior; es decir, en Brasil se talaron 1.180 km2 de selva amazónica.
En el Chaco boliviano se reportan fuertes sequías. Un incendio forestal en el Área Natural de Manejo Integrado de San Matías ha consumido 4.500 hectáreas de Pantanal; sin embargo, el gobierno boliviano autoriza las quemas controladas de desmonte y pastizales.
Una prolongada sequía en el Chaco paraguayo afecta severamente el acceso al agua, comprometiendo tanto el desarrollo de actividades productivas, como el propio consumo de las familias.
De la misma manera, según publicaciones mediáticas, el Río Paraná que nace en el Brasil, atraviesa el territorio paraguayo y recorre las provincias argentinas de Corrientes, Misiones, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, ha alcanzado niveles de bajante históricos que superan las estadísticas de los últimos 50 años configurando un escenario en el cual las consecuencias socioambientales invitan a realizar un ejercicio de futurología.
Es indudable que todos los desastres naturales que se registran en el planeta, tienen como telón de fondo el cambio climático y sus consecuencias. Del mismo modo, la actual pandemia tuvo su origen en el patógeno SARS-CoV-2 debido a la degradación ambiental, que también se expresa en el aumento del nivel mar; la erosión y salinización de áreas costeras; incremento de enfermedades infecciosas; desplazamiento y extinción de especies; y, el desarrollo de fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes e intensos.
A esta altura de la historia de la humanidad, el cambio climático ha llegado un punto sin retorno. La soberbia de la especie humana y su incesante afán por dominar la naturaleza ha provocado la actual crisis climática que la sociedad en su conjunto debe enfrentar.
Sin duda, hay mucho qué hacer, el tiempo es corto, el futuro entre naturaleza y humanos es desconocido, pero necesitamos reencontrarnos como sociedad e imaginar soluciones. Abordar la problemática del cambio climático, mitigar sus impactos, adaptar las prácticas y dinámicas socioeconómicas pertinentes que garantice el desarrollo económico sostenible, concebido como un proceso de acción colectiva de planificación sobre el uso del territorio, las producciones basadas en la naturaleza y actividades económicas resilientes que aporten al incremento de calidad de vida de nuestra población.